Esta mañana hablando con Nacho Sánchez de El País le dábamos vueltas a esta idea -recurrente- de qué ocurre en Málaga. Buscando pistas sobre si es un buen lugar para emprender, si tiene o no algo de especial o si lo que está ocurriendo aquí es simplemente casualidad.
Y es que ahora que la ciudad está de moda la misma pregunta se repite entre emprendedores de otros lugares, medios y eventos (por cierto, pronto estaremos compartiendo algunas de estas ideas en la Hackerweek de la Universidad de Málaga, gracias Manuel Enciso por la invitación). Así que merece la pena tratar de identificar qué está pasando aquí algunos de los que llevamos tiempo en esto.
Si tenemos que buscar un origen – al margen de la obviedad de la belleza de Málaga o la importancia su Aeropuerto- diría que las ciudades, al igual que los proyectos y compañías, tienen sus propias dinámicas, generan una «cultura» que afecta al emprendedor autóctono, a su forma de hacer, al tipo de proyecto que se genera en ese entorno.
El hecho de que Málaga haya estado apartada de los Mercados, al menos más que Mádrid u otros grandes hubs tecnológicos (recuerda, el mercado es tu enemigo), ha generado proyectos conectados con un propósito. Conscientes de que emprender, el dinero que generes o te puedan invertir es un medio, no un fin. Esta idea de propósito está además casi siempre asociada al largo plazo, dirigida a cambiar las cosas, todo lo contrario a los incentivos tradicionales trimestre a trimestre del Mercado.

Claro, una ciudad no es más que lo que son sus ciudadanos y sus emprendedores. Y Málaga, su gente, ha tenido una tradición histórica integradora y opuesta a la tendencia de otras regiones y ciudades como Barcelona con ideas cada vez más excluyentes, menos diversa, que se cierra en sí misma en lugar de abrirse y formar parte de algo mejor. Esto ha servido como catalizador para atraer más interés aún y desatar esta tormenta perfecta que estamos viviendo en la región.
¿Y cómo son sus emprendedores?. No, no son mejores. Pero hay un patrón que se repite cuando estás con ellos, tienen una tendencia a la acción. El propósito como centro -del que hablábamos antes- junto a la iniciativa de ponerse en marcha hace que podamos capitalizar oportunidades al margen del talento o lo bueno que seamos.

Os pondré un ejemplo. Este año estamos trabajando con la Unión Europea para que recuperemos el control de la tecnología y la información a manos de los guardianes de la información. En este grupo de trabajo, que cambiará la industria móvil, no estamos por haber sido los mejores, simplemente nos ha pillado andando nuestro camino, peleando por nuestro propósito de que la tecnología sirva para dar más oportunidades y no para concentrar más poder en unos pocos. Allí donde se cruza la oportunidad con la preparación (o acción) está nuestro éxito. Y esto es algo que llevo viendo desde hace 20 años en mis compañeros emprendedores aquí. Lo que suelo llamar el poder aplastante de la acción sobre cualquier otra consideración.
Por último están las instituciones y todo lo que se está cocinando en esta misma cultura propia de Málaga. Vemos a la Universidad cada vez más conectada con la iniciativa privada, interesada en los eventos que organizamos, nos consultan e implican en la formación de los jóvenes a través de ciclos y másteres. Vemos también lo que se promueve en nuestros colegios, vease la reciente iniciativa para formar en programación a chavales, y en otras insituciones como Promalaga que se impregnan de estas mismas ideas.
Buena parte del trabajo está hecho. El reto ahora es que Málaga, habiendo sabido regar a sus emprendedores y proyectos, sepa cuidarlos y gestionar el crecimiento explosivo que con seguridad vamos a vivir aquí en los próximos 5 años.